domingo, 25 de julio de 2010

:: El estudio portátil

En ocasiones es necesario tener un mayor control de la luz y del entorno de trabajo que el que permiten las condiciones habituales en el medio natural. Poco espacio para los trípodes, escaso control de los ángulos de iluminación y disparo, fondos confusos o poco apropiados... Estos son clásicos obstáculos para conseguir la foto que tenemos en mente.

La propia filosofía de la fotografía de la Naturaleza desaconseja el traslado de especies a entornos controlados, debido a los obvios trastornos y estreses a los que se somete a los organismos tanto en el momento de la captura como en el traslado y mantenimiento en cautividad, por lo que estas acciones deben quedar reservadas para aquellos elementos inertes o resistentes cuyo carácter permita su retorno al medio en las mismas condiciones en las que fueron encontrados. Por ello mi idea era crear una infraestructura lo suficientemente liviana y pequeña como para poderla acercar al medio natural con el fin de realizar ciertas tomas en condiciones controladas evitando traslados de más de unos pocos minutos.

La principal razón que me llevó a buscar este control de las luces fue la habitual reflectividad de muchos escarabajos y chinches, muy difíciles de iluminar adecuadamente. Existen algunas alternativas disponibles en el mercado que permiten organizar las luces y los elementos naturales que compondrán la imagen final. De ellas las más notables y ajustadas a esta idea son las tiendas de luz plegables. Estas piezas de equipo, que no desdeño emplear, pero que no utilizo por el momento, ayudan a suplir algunas de las deficiencias citadas, como el control de la luz, pero no aportan mucho más. Por ello construí un pequeño estudio portátil rígido con planchas de cartón pluma. Es posible conseguir este material fácilmente, ya que se emplea a menudo en paneles de exposiciones y otros eventos efímeros de ese estilo, y suele desecharse al terminar el periodo expositivo. Mi planteamiento fue sencillo: construir un cubo desprovisto de dos de sus seis caras, de modo que la estructura generara un espacio bien definido, y garantizara el acceso a la cámara y a las luces.

Este pequeño estudio está formado, por lo tanto, por cuatro cuadrados de 40x40 cm sujetos por tiras de cinta aislante que pueden retirarse y volverse a colocar con el fin de desmontar la estructura si es preciso. Sobre este soporte rígido podemos colocar algun fondo artificial, y las paredes y suelo blanco proporcionan una cantidad no desdeñable de luz reflejada de las unidades de flash, lo que ayuda a rellenar las sombras. Nunca fui partidario del uso de fondos artificiales, pero hace ya tiempo mi posición se suavizó al conocer el trabajo de Igor Siwanowicz, cuyo análisis recomiendo a todo aquel que no lo conozca y esté interesado en iluminación macro del más alto nivel. El sencillo diseño de este miniestudio cuenta con algunos inconvenientes, como el hecho de que las luces principales siguen estando mucho más presentes en la toma final que las reflejadas, por lo que para aquellos animales extremadamente reflectantes será necesario emplear telas blancas en las dos caras abiertas para difundir aún más las luces de los flashes. Otro inconveniente es que la portabilidad del conjunto no es muy alta, ya que no podremos desplazarnos demasiado lejos del vehículo en el que lo llevemos. Si estas cuestiones suponen un problema, es recomendable el empleo de una tienda de luz, aunque el espacio de trabajo es mucho más cerrado y claustrofóbico para mi gusto.



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